
El saxofonista alto del momento Immanuel Wilkins asistió de manera puntual a su cita con el Festival Internacional Canarias Jazz & Más y con el público de La Laguna. Pasados solo unos segundos de las 20:30 horas de la tarde, la megafonía del festival nos presentaba a esta gema nueva del jazz internacional, acunada y avalada por el legendario sello norteamericano Blue Note Records. Ya veníamos advertidos de la calidad de la propuesta y no sólo por lo que había sucedido 24 horas antes en Las Palmas de Gran Canaria, en la sala del Edificio Miller, sino también por dos espectaculares discos que ya deberían estar dentro de las discotecas de cualquier melómano; Omega (2020) y The 7th hand (2022).
Con esas coordenadas era de rigurosa obligación estar a la escucha de este lujoso cuarteto conformado no sólo por el saxo alto de Wilkins sino también por Micah Thomas en el piano, Kweku Sumbry a la batería y el “viejo” conocido de Rick Rosato al contrabajo, canadiense, músico que ya había venido por estas tierras acompañando por ejemplo a los guitarristas Jonathan Kreisberg y Gilad Hekselman. Calidad que desde luego se reflejó desde los primeros minutos en el escenario del Ex Convento de Santo Domingo en Aguere. Un conjunto joven que tenía todo para realizar un concierto fantástico. Y eso hicieron.

Wilkins expresó –si acaso- dos sencillas frases sobre su conjunto, apenas sus nombres, y se empleó de manera seria al cometido: crear música. Y entonces se creó la magia, poco a poco Immanuel se encargó de atrapar al público en una atmósfera absolutamente moderna y acorde a los tiempos. La química entre los cuatros componentes del combinado estaba fuera de toda duda y cada paso era incluso mejor que el anterior. ¿Presentación de temas? Era lo de menos, ni si quiera intervenía para decirle algo al público pero es que claro la gente sólo quería enchufarse a la propuesta de este cuarteto mágico.
Mención aparte merece el hacer de Micah Thomas. El pianista nacido en Columbus, Ohio (1997) participó de manera increíble en el conjunto. Aportó matices de gran calidad y en ocasiones llevó el peso de la velada. Hubo una canción en concreto en el que realizaba una suerte de repetición constante en las teclas y que llevaba al público de nuevo al éxtasis.
En algún momento del concierto, Wilkins, dejaba hacer a su grupo sabiendo la capacidad del mismo. Entonces fue cuando Thomas, por ejemplo se hacía grande. Immanuel se retiraba a un discreto segundo plano, y entonces es cuando empezaron a brotar las sensibilidades de Thomas a las teclas, pero también la potencia Sumbry a los parches y Rosato soleaba con las cuerdas del contrabajo. Y todo estaba ahí, no era necesario ningún tipo de aditamento. Además no creo que se trate de un sentimiento único de este que suscribe ya que el público, que abarrotaba la pequeña Sala de Cristal de Santo Domingo, respondía cada esfuerzo de solo con bastantes aplausos. Un aforo con entrada libre, a propósito, de 120 personas, reunión que se antoja mínima para la maravilla que pudimos disfrutar.
En el concierto no había más que tramar, todo –y no es poco- consistió en ir sorprendiendo al público en viaje musical magnífico. En definitiva, hora y media pletórica. El Festival volvía a San Cristóbal de La Laguna con toda la pompa y circunstancia necesaria en estos casos y la verdad es que el momento había merecido la pena.
Apostamos por el nombre de Wilkins, y hoy podemos predecir que Immanuel volverá y que lo hará al mismo Festival, dentro de unos años. Y su nombre será uno de los grandes en la constelación del jazz. Así sea y que estemos nosotros con nuestra maquinilla para contarlo.
El Festival Internacional Canarias Jazz & Más continúa este fin de semana en las localidades de Adeje (Tenerife), Maspalomas (Gran Canaria) y en la isla de La Gomera.
Fotos: Rubén de Cándido.